Hoy hablaremos de los acuerdos de colaboración, y para ello haremos referencia a la siguiente cita que escribió Schiller en una de sus muchas epístolas a su amigo Goethe con el que desde el mismo día de su encuentro, mantuvo una larga y, desde el punto de vista artístico, productiva amistad:
Nunca puedo separarme de usted sin que haya plantado algo en mí. Y me alegro que, por lo mucho que usted me da, pueda yo ponerle a usted en movimiento y a toda su riqueza interior.
Schiller
Ambos se dedicaron a definir la forma del nuevo teatro alemán; en cierta medida su relación permitió sacar adelante una idea compartida como ocurre en la mayoría de los casos con lo que actualmente conocemos como el ecosistema de startups.
La analogía no es muy buena, lo sé, pero sirve bien al propósito de estas líneas sobre las razones por las que es necesario siempre, en cualquier relación profesional, pensar en acuerdos de colaboración si de un proyecto común se trata o de socios si existe de por medio, una sociedad.
Goethe a su vez reflexionando sobre su amistad con Schiller dijo más tarde: “Aparecen allí dos amigos tales que siempre se hacen crecer el uno al otro en cuanto llevan alimento en su pecho en el momento adecuado”. Ambas frases, la de Schiller y Goethe reflejan, de forma poética, el ideal de compañero que todos deberíamos buscar para enfrentarnos ante un nuevo -o viejo, que no todo debe ser nuevo en este mundo-, reto personal o profesional, que en eso no hay diferencias. Sin embargo, no siempre eso basta, o mejor dicho, aun siendo así, en el ámbito profesional, recalcando la palabra “profesional”, es conveniente (cuando no necesario) tener otras muchas cosas en cuenta (quizás también en el ámbito personal, pero merecería otro tipo de reflexión).
Ante cualquier proyecto, y preferiblemente en su inicio, tendemos a asociarnos con aquellos que con los que sentimos más cercanía, confianza y familiaridad, en definitiva con aquellos que comparten nuestros valores o visiones sin pensar que ambos, a lo largo de tiempo, pueden modificarse, ampliarse, matizarse o incluso contradecirse, y no siempre a la misma velocidad ni en la misma forma. En la elección de nuestros compañeros profesionales tendemos a reproducir los mismos criterios que en nuestro ámbito privado y si bien es lógico, y seguramente lo más deseable, en la vida profesional necesitamos algo más, algo que para no hablar de “socios” que lo son, podríamos calificar de Partners (en mayúscula, sin comillas y en inglés para desesperación de los puristas).
Los Partners son justamente aquellas personas, amigos, colegas, conocidos o colaboradores, que, con independencia de otras cosas, nos acompañan en nuestro proyecto profesional, y como tal, dicho proyecto debe ser prioritariamente planteado desde un marco “profesional” es decir, con un enfoque y una mirada puesta prioritariamente en el proyecto y en su profesionalización y no en el tipo de relación personal, relación que sin duda es fundamental (igual que lo es el “propósito”) y sin ella nada, y estoy convencido de ello, puede funcionar, pero esa relación que si bien le da contenido, no debe ser el marco que defina el proyecto en sí mismo. Quizás sí el que le dé el tono y lo eleve de proyecto a propósito, pero no lo que marque el compás ni trasparente las “reglas del juego”. A nuestros amigos debemos exigirles como amigos, a nuestros Partners como profesionales (y si además amigos, que no se trata de dos cosas incompatibles, mucho mejor), simplemente se trata de saber en qué nivel de juego nos encontramos.
Nuestros Partners pueden ser los mejores amigos, colegas y familiares o simplemente compañeros en un proyecto. Ni se excluyen ni siempre nos es dado elegir. Lo que creíamos que iba a resultar de una manera puede resultar de otra pero si mantenemos en nuestro proyecto profesional siempre la perspectiva profesional, que por alguna cosa es profesional, nos será más fácil manejar el conflicto, conflicto que inevitablemente siempre está latente pero, claro, una cosa es que esté latente y otra que estalle en cada momento.
El conocido actor y director de teatro Yoshi Oida escribió una vez hablando de sus compañeros de reparto: “A veces tengo que trabajar con alguien que no me gusta. Tal vez se trate de una persona mentirosa, rencorosa y egoísta. Sin embargo, hemos de realizar una buena actuación en conjunto, así que debo encontrar algún tipo de relación positiva entre los dos”. Es obvio que, con este espíritu, casi siempre se encuentra y eso redunda en la mejor “actuación en conjunto”.
Desde el punto de vista jurídico las herramientas para “profesionalizar” en parte las relaciones con nuestros Partners son los acuerdos de colaboración o los acuerdos de Socios en todas sus variables.
En ellos se regulan entre otras cosas, las expectativas, se definen los roles, se marcan los objetivos, se organiza la forma de gobierno, se establecen las decisiones relevantes, se regula la entrada de terceros y se ofrecen mecanismos para romper de la forma menos dolorosa posible el “Partenariado” cuando así sea necesario, conveniente o deseable.
Habría mucho que contar sobre este tipo de acuerdos y espero poder hacerlo próximamente. En todo caso, si algo debe quedar claro es que, en nuestra actividad profesional, con nuestros socios o colaboradores, además de amigos, colegas y compañeros, debemos ser, sobre todo, Partners.
Nada fácil pero muy reconfortante, y de fácil solución gracias a las garantías de los acuerdos de colaboración.