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Hoy toca hablar de abogados especialistas, y para ello, nada mejor que empezar con una cita del matemático Whitehead:

«Las personas destinadas a una sola tarea
si en las sociedades antiguas eran un enviado de Dios,
en el futuro serán un peligro público».

Vivimos un mundo dominado por los especialistas, lo que no deja de ser paradójico dentro de una sociedad que se ve a sí misma como transversal. Al especialista se le otorga un prestigio más que merecido; se convierte en una tipología humana reconocida y necesaria y sin embargo, vivimos en una sociedad en perpetua transformación (más que cambiante) y cada vez más dispuesta a ampliar su horizonte. Los últimos acontecimientos parecen haber dado la razón a los que propugnan un mundo totalmente conectado donde todo fluye horizontalmente.

La medicina, en cuyo ámbito el especialista se presupone desde hace mucho tiempo, la especialización goza de una demanda cada vez más amplia. La complejidad de la medicina permite aislar patologías, obliga al conocimiento preciso y a hacer cortes verticales cada vez más profundos y estancos. La profundidad es un bien sumamente apreciado y admirado. En una sociedad en la que todo parece flotar, la fuerza de gravedad sigue teniendo un gran atractivo. El especialista indaga, excava y, afortunadamente, casi siempre encuentra.

Abogados especialistas

Al generalista, en cambio, se le ve básicamente como un hombre de superficie. Casi nunca se adentra en las honduras a las que, tan voluntariamente, se somete el especialista. Es una especie de médico sucedáneo y sin duda, el propio término “generalista” no goza de muy buena publicidad. En una sociedad donde todo se califica y se ordena, los generalistas han quedado relegados a un grupo minoritario que no se sabe muy bien cómo clasificar y pero todavía, generan desconfianza.

En el derecho moderno ocurre otro tanto. El prestigio de las nuevas tecnologías han impulsado las figuras de abogados tecnológicos y abogados especialistas en cada una de sus variantes. En general los abogados se han presentado casi siempre con etiqueta: “medioambientalista”, “competencia”, “telecomunicaciones”, “penalista” y entre ellos “de delitos económicos” (como si no fueran igual de delincuentes, al fin y al cabo, decía , Bespaloff que los pueblos que se enfrentan por los mercados, las materia primas, las tierras fértiles y sus tesoros, se baten en primer y lugar siempre por Helena”) “compliance”, “laboralista”, “procesalista” y dentro de esta categoría incluso hay los “de arbitraje”, pero en los tiempos modernos esto parece haberse acentuado y los abogados son “tecnológicos”, “e-lawyers” o “digitales” y sin duda, estas categorías son necesarios pues el abogado ha de marchar al mismo paso que sus clientes. La ciencia jurídica, el amplio abanico de su campo de intervención, se ha ramificado de tal manera que la especialización es altamente exigida y totalmente. La rapidez con que la profesión ha dado respuesta a estas necesidades demuestra su enorme capacidad de adaptación.

También aquí los generalistas quedan como una raza minoritaria y, tal vez, algo despistada, fuera de su tiempo y situada en la superficie, con escasa capacidad para escarbar más allá de la corteza de las cosas. En el mundo de los abogados parece como si el apellido los definiera, no necesariamente su nombre cuando, en toda disciplina humanística, y el derecho es una de ellas, el nombre, con o sin apellido, es lo que de verdad define al profesional, pues de eso se trata, de profesionalidad.
Vivimos en tiempos en los que se habla, junto al despacho tradicional y del despacho boutique, de los ALSP (los “alternative legal service provider”) que no son más que intento de ofrecer una visión horizontal del derecho como uno más de los muchos elementos a tener en cuenta en la consecución de cualquier objetivo profesional. De igual manera, los servicios tecnológicos no son más que el uso de nuevas herramientas y estrategias digitales, con todo lo que esto trae consigo de transformación y nuevos servicios, y que en caso de los servicios legales se concretiza en el conocimientos del entorno digital y su análisis transversal con una amplia perspectiva jurídica.

No obstante, frente a la especialización habría que reivindicar también la generalización. Toda tripulación necesita contar con su capitán, sus marineros, sus maquinistas, sus soldados, sus soldadores, sus carpinteros, sus oficiales de puente, sus médicos, sus prácticos y sus oficiales radioelectrónicos, cada uno con su tarea asignada y su especialización, pero nunca debería faltar, igualmente, aquél que mira el horizonte (no me refiero a un punto en el horizonte, sino el que contempla el horizonte para ver todos sus puntos), se le llame como se le llame en terminología náutica. Al Titanic quizás le faltó esa persona y todos sabemos cómo terminó la cosa. Quizás no hubiera podido salvar al trasatlántico del desastre, puesto que nunca se tiene la seguridad de que no se esté contemplando un “falso horizonte” como algunos dicen que ocurrió, pero quién sabe si con un movimiento a tiempo, con una visión amplia, no hubiera podido evitarse el desgarro de una de las tres mamparas, lo que parece precipitaron su hundimiento.

Los servicios jurídicos transversales permiten recorrer todo el marco y, muchas veces ver si puede ampliarse. Paul Valéry decía que “un Estado que no tienen algunos improvisadores en reserva es un Estado sin nervios” y lo mismo todo proyecto necesita de una visión transversal para evitar que la actuación como decía el actor y director Yoshi Oida “sea correcta y bonita y pero no saben llenar la caja de vida”. Para ponerle vida a los proyectos es para lo que sirven los generalistas o “transversalistas”, quienes en definitiva, son aquellos capaces de ensamblar toda la materia prima que solo los abogados especialistas son capaces de extraer. Los generalistas son aquellos que hacen las preguntas, que cuestionan las respuestas, que las relacionan y hacen otras nuevas, que, en resumen son capaces de hacerlas “tangibles” pues, como diría George Braque, “no es suficiente con mostrar lo pintado, hay que hacerlo tangible”

En derecho, como en casi todas las disciplinas humanas, nada puede hacerse sin abogados especialistas, ningún resultado puede obtenerse sin su concurso, su conocimiento y su profundidad pero, al igual que el Titanic lo importante es permanecer en la superficie y para eso está la mirada transversal, horizontal de los generalistas. Los nuevos servicios jurídicos demandan la participación de ambos. No olvidemos que frente o mejor, junto con, el “esprit de géometrie” se requiere, no siempre tan fácil, el “esprit de finesse”.

Juan Ramón Balcells

Abogado de profesión y vocación con una cariz plenamente internacional y con una larga trayectoria y experiencia.

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