Son muchas las iniciativas solidarias Covid19 consecuencias de estos dos meses en los que la pandemia irrumpió violenta e inesperadamente en nuestras vidas y cambió, todo apunta que para siempre, muchas de las cosas con las que nos rodeábamos cotidianamente en lo que llamábamos, de forma un poco inconsciente, normalidad.
Para hacer algo en este mundo hay que hacer lo que se puede, lo que se debe y lo que conviene.
A de Rivarol
Señales de que las cosas iban a tener que cambiar –y que todo hay que decirlo, estaban ya cambiando aunque tal vez no a la velocidad requerida- las habíamos tenido insistentemente a lo largo de estas dos primeras décadas del siglo XXI: Las alteraciones de medio ambiente causadas por la sobreexplotación de los recursos naturales y la destrucción de espacios y especies naturales, con la aparición cada vez con más frecuencia de catástrofes naturales, subidas de temperaturas y desarreglos en los ciclos naturales de las estaciones; la globalización que con todo lo bueno que comporta en cuanto a intercambios, nuevos horizontes y oportunidades para todos, implica también, en muchos casos la pérdida de matices, ideas e individualidades y ya decía Dostoievski que “las pequeñas cosas son importantes, son por ellas que uno siempre se pierde”, frente la uniformidad, el pensamiento único, la confrontación sin debate y el acatamiento a la disciplina de la mayoría (que en general suele tratarse de una minoría con recursos mayoritarios); las nuevas tecnologías que nos permiten estar más conectados, más abiertos al mundo pero a la vez perder ser mucho más dependientes y programables, incluso en nuestra rebeldía. Sin olvidar la aparición de nuevas enfermedades que, en la medida que estaban controladas geográficamente o por sectores, clases o comportamientos sociales, nos parecían ajenas y asustaban como una “película de miedo” que pronto se olvida.
Eran avisos parciales, clamorosos a los que hacíamos oídos sordos y en muchos casos lejanos, fácilmente olvidables y que salvo en los primeros momentos no alteraban lo sustancial de nuestra cotidianidad.
La situación ha cambiado de golpe con la aparición de una pandemia global (independientemente que en un primer momento pareciera “cosas de los chinos”), letal (las cifras de fallecidos de nuestro entorno ha sido desoladoras) muy contagiosa (la velocidad de los contagios parecía hacer incalculable sus consecuencias y solo el “encierro” de una gran parte de la humanidad parecía poder desacelerarlos), capaz de saturar los servicios sanitarios que hasta el momento creíamos preparados para cualquier contingencia, alertándonos sobre los recortes sufrida por nuestra sanidad universal aunque la sanidad en realidad no fuera tan universal como se proclamaba y en algunos países ni tan siquiera lo pretendieran, capaz de golpear por igual a todas las clases sociales (independientemente que algunas tuvieran más recursos para protegerse), rango de edad (independientemente que algunos grupos de edad fueran menos vulnerables) y comportamientos, sin otras medidas preventivas que extremar la higiene y un total aislamiento.
En lo más grave de esta pandemia (al menos hasta el momento) el mundo se detuvo y se detuvo en seco. Las imágenes que veíamos de las ciudades desiertas y los negocios cerrados se nos hubieran hecho impensable unos días antes. La economía frenó de golpe (y si bien el “cierre” no fue total puesto que no dejamos de vivir, la gran mayoría de sectores vieron como cambiaban, de la noche a la mañana, sus planes de negocio, sus números y sus ciclos productivos sin que, en un primer momento, y para algunos también en un segundo y tercer momento, aparecieran alternativas para hacerle frente. La economía se desmoronó, multitud de personas perdieron sus trabajos o dejaron momentáneamente de trabajar y las pérdidas han sido incalculables. La economía entró en crisis y hablar de economía es hablar de la sociedad en su conjunto y el motor que la hace funcionar.
En esta situación hemos vivido las últimas semanas y como toda gran crisis, esta ha mostrado lo mejor y lo peor de las personas. Especialmente en este caso, y frente a la acumulación de noticias negativas, lo mejor ha salido a raudales. El comportamiento general ha sido ejemplar y hemos visto una marea de solidaridad en todos los campos que merece ser destacada: Conciertos gratuitos, compra de comida para los más necesitados, donaciones para equipos sanitarios, homenajes a quienes han estado en la primera línea de defensa de la pandemia, facilidades para el trabajo desde casa, libros y revistas digitales de libre disposición, refuerzos en la calidad de los sistemas de comunicación, ayudas para hacer la compra o buscar medicinas, contenidos digitales gratuitos, vuelos humanitarios y todo tipo de iniciativas públicas, privadas, masivas e individuales que nos han permitido hacer más llevaderos estos días de encierro, dolor y preocupación.
Habiendo terminado esta etapa, debemos reflexionar, si no lo hemos hecho todavía, sobre las consecuencias de la pandemia. Ciertamente aún no hemos vivido todas las consecuencias de la pandemia y es por ello que lo más urgente ahora es tratar de olvidar el confinamiento y enfocarse en el futuro con nuevas iniciativas solidarias Covid19 y en la revitalización empresarial como, por poner un ejemplo, la plataforma See the light, desarrollada y gestionada con el apoyo decidido (e iniciativa) del Grupo Papelmatic por The Lighthouse Team, empresa dedicada a la asesoría integral desde el punto de vista del desarrollo de negocio, la estrategia jurídica y la innovación global y de la que formo parte junto con otros grandes profesionales y compañeros.
See The Light es una plataforma digital desarrollada y gestionada gracias a las pequeñas aportaciones realizadas por las empresas que han querido quieran formar parte del proyecto que son distintos que los usuarios para quienes el registro no tiene coste y nace con vocación solidaria en una época de post corona permitiendo que empresas que se hayan visto beneficiados en su actividad empresarial (en la personal es difícil, por no decir imposible, pensar en nadie que se haya visto beneficiado) y que quieran devolver de forma desinteresada parte de este beneficio a la sociedad y otras empresas que han sufrido graves perjuicios en su actividad, planes de negocios y desarrollo de nuevas iniciativas derivadas de las consecuencias de la pandemia.
La plataforma es un claro ejemplo de lo necesarias que son las iniciativas solidarias Covid19, ya que pretende poner recursos de cualquier tipo a disposición de las empresas que puedan temporalmente necesitarlos buscando hacer encajar capacidades ofrecidas con necesidades demandadas, aunque con una vocación de ir más allá, no únicamente como una ayuda momentánea sino también como plataforma facilitadora de nuevas ideas, proyectos o líneas de negocio que puedan beneficiar en una segunda instancia a las empresas involucradas, permitiéndoles, en la medida que se interrelacionan entre sí, generar confianza, compartir conocimiento y en su caso, permitir el desarrollo de nuevos proyectos que redunden en beneficio de ambos y, muy probablemente, con impacto social.
Más allá de las iniciativas públicas o de las grandes corporaciones (que por supuesto son igualmente invitadas a participar), See The Light pretende, aun modestamente, aportar soluciones puntuales pero muy necesarias cuyo éxito dependerá sobre todo, de la capacidad de dinamizar el proyecto y la voluntad de los usuarios para presentar abiertamente por unos sus capacidades y por otros sus necesidades. Iniciativas así son las que se precisan en estos momentos y por ello es una satisfacción verlas nacer y desarrollarse.
Demos la bienvenida a See The Light y a otras muchas iniciativas parecidas. Esperemos que su ejemplo anime a muchos no solo a participar sino a poner en marcha otras muchas iniciativas innovadoras y creativas.
La situación nos está exigiendo iniciativas solidarias Covid19 y es el momento de hacerlo.
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