“Otras razones para constituir una sociedad cuando se tiene una buena idea” era cómo pensaba titular esta breve reflexión, pero no me ha parecido del todo oportuno pues al fin y al cabo:
“No hay verdades, solo hipótesis con alguna fecha de caducidad”
Toda idea es buena antes de que no se demuestre lo contrario. Cierto es que siempre hay agoreros y personas que ven los inconvenientes antes que las ventajas aunque estos, los inconvenientes, por muy abundantes que sean, no hacen la idea mejor o peor, simplemente nos deberían obligar a ser más o menos prudentes. También había pensado en titularla “Otras razones para constituir una sociedad en tiempos de incertidumbres” para adaptarme a la situación, coyuntural así lo esperamos todos, en la que estamos viviendo estos días pero tampoco me pareció lo más adecuado hacer referencia a lo que en estos momentos se ha colocado en el centro de nuestra preocupación diaria y por otra parte, para aquél que inicia una experiencia empresarial o pone en práctica una idea y la lanza al mercado, ¿existen tiempos que no sean de incertidumbre? Si la incertidumbre no existiera lo más seguro es que no se tratara de ningún proyecto novedoso y tal vez, ni tan siquiera de una idea, buena o mala. En estas circunstancias mejor dejar las cosas como están y olvidémonos de adornar los títulos.
¿Y por qué otras razones? Las razones para constituir una sociedad son de sobras conocidas y sobre ellas se ha escrito y disertado abundantemente y no corresponde en estas líneas ahondar en ellas. Los motivos pueden ser de todo tipo y todos relevantes: de limitación de responsabilidad, de separación de patrimonios, de contratación, de mejor carta de presentación ante el tejido empresarial, de tipo fiscal, laboral o de mayor oportunidades de cara a la financiación, la protección de activos tangibles o intangibles, know how o I+d, así como una buena forma de permitir que otros se impliquen en el proyecto.
Todas estas razones justifican por sí mismas la constitución de una sociedad tanto al inicio de cualquier proyecto como a lo largo de su desarrollo o al borde de maduración sin olvidar que una vez el proyecto suficientemente maduro, la constitución de una sociedad deja de ser una recomendación o una opción para convertirse en “casi” una necesidad (y ese “casi” es importante porque, como decía Elias Canetti de Pascal, “su contundencia deja siempre una puerta abierta”. Cuando uno escribe, y mucho más cuando reflexiona, tener una puerta abierta o simplemente entornada, es fundamental).
En todo caso, y con independencia de las razones citadas pienso que existe también otra razón aún mucho menos imperiosa que merecería ser reseñada y que, a falta de un nombre más sugestivo, llamémosla “profesionalidad”. En un mundo de emprendedores, de ideadores, o creadores, a veces recurrir a la profesionalidad es una opción no desdeñable. Tener una sociedad, un instrumento en definitiva, ajeno a uno mismo (ajeno en el sentido de poder separarse) puede llegar a ser algo muy útil y que no debería desdeñarse sin más. Ahora que todo los que nos encontramos confinados y dedicados por voluntad propia o ajena al teletrabajo y que se nos pide una cierta “conducta” para sobrellevar estos días, es decir la creación de hábitos mediante los cuales estructurar la jornada, la creación de una sociedad –y sin duda tiene un coste no despreciable, sobre todo el inicial – no es más, muchas veces que la implantación de una herramienta para crearnos esa disciplina necesaria en nuestra actividad profesional. Una sociedad a veces nos permite separar nuestra vida profesional de la personal, nos permite ordenarnos de forma tangible en lo que somos cuando somos profesionales o cuando somos personas –que a pesar de lo que pueda decirse estos dos conceptos no son necesariamente lo mismo-, nos permite a veces diferenciar en cuanto tomamos decisiones personales de aquellas que deben regirse prioritariamente por un criterio profesional y nos permite ordenarnos, ordenar nuestra actividad separando todo aquello (incluyendo gastos e ingresos) que forma parte de nuestro entorno profesional del personal.
Podría seguir, sin duda, pero lo más relevante esta dicho. Tal vez no parezca una razón muy contundente, tampoco tendría por qué serlo pero, y eso sí creo que tiene valor, vale la pena darle una pensada.
En el Madrid confinado, a 19 marzo de 2020.