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Los cambios en los servicios jurídicos son otra de las múltiples consecuencias de estos tiempos convulsos en los que nos encontramos.

Nada hay más peligroso que la ilusión de “novedad”
que a veces no es más que la ignorancia de la historia.

Pierre Vilar
Cambios ley coronavirus

El otro día leí uno de tantos, dicho sea y sin ironía, con todo el respeto, artículos sobre los “nuevos servicios jurídicos” que están apareciendo en estos días de largo e impredecible confinamiento, luego leí otro y más tarde también otro y no me hubiera detenido sino por falta de tiempo. Mis respetos a quienes tienen la valentía de escribir –escribir es siempre un acto de valentía, al fin y al cabo es lo único que en opinión de Saul Bellow, “me mantiene cuerdo, bendito sea”- y a quienes tienen ideas y son capaces de transmitirlas por todos los medios que la tecnología nos ofrece. Si alguna ventaja, otras tendrán pero que cada uno elija la suya,  tienen las redes sociales y las nuevas formas de comunicación es la facilidad con que podemos comunicar cualquier pensamiento, llegue este o no a la categoría de idea, la proximidad, la “exponencialidad” que es la capacidad de llegar a un número de personas ininmaginable y por descontado, la inmediatez.  Nada de esto parecería ser  criticable más bien al contrario. De hecho, diría que nada debería ser criticable en sí mismo sin antes una buena dosis de deliberación o mejor dicho, preocupación en su sentido de “preocuparse por algo” pues ya decía Hobbes que “el uso de la razón exige cierto esfuerzo y trabajo”. La crítica, cuando corresponde, debe venir después de una larga, en ocasiones muy larga, “conversación” con el objeto criticado y una meditada reflexión –aunque parezca mentira, para muchos las reflexiones pueden incluso no ser meditadas- del por qué y el para qué. 

Volviendo a los artículos mencionados, no sé qué palabra es la más indicada, llamémosle “post” para estar más en consonancia con los nuevo tiempos- y que me sirven únicamente a modo de ejemplo como podía haber tomado cualesquiera otros, en menos de una página y media se nos hablaba de cosas tan dispares como “Agile, Just in time, Kanban, Early adopter, Lean, Lean Startup, BigLaw, NewLaw y OldLaw, Online Dispute Resolution, ASP, Out of the box, customer centric, Production System” y no sé cuántas cosas más, todas ellas relevantes, supuestamente “etiquetables”, de exquisito sabor anglosajón y no dudo que muy a cuento. Pero en definitiva, lo que venían a decir sus autores es que había que innovar y quienes no innovaban se quedaban por el camino y quienes lo hacían triunfaban y que quienes eran capaces de innovar sobre los que habían innovado triunfaban doblemente. Lo mismo había ocurrido y ocurriría en los servicios jurídicos que ahora se encontraban en una encrucijada entre tradición y modernidad (de hecho esto último no lo decían tan explícitamente pero es lógica deducción de su contenido).

Sin duda, los autores tienen razón, es un discurso que viene de lejos solo que ahora revestido de digitalización y newTech, envuelto en una capa de urgencia debido a los nuevos tiempos y los cambios que estos nos van a obligar (“obligar” sin duda, pues los que habíamos querido cambiar  o “reinventarse” como se dice ahora –se me perdonará, confío, este discreto conato de vanidad- ya lo habríamos hecho y seguramente desde hace bastante tiempo. Sea banal, sea oportunista, sea superficial, sea un grano más de arena en una playa hoy más que nunca desierta –también este escrito lo es, no vayamos a engañarnos- no deja de plantear temas que seguramente, con tiempo para mayor reflexión veremos abundantemente analizados en los próximos meses.

No tengo duda que los servicios legales merecen un replanteamiento, igual que tantas cosas por cierto, y que como servicio destinado a un cliente también en permanente cambio no tiene más remedio que adaptarse a este cambio y en la medida de lo posible adelantarse a el, pero lo que es más importante a “sentirse” en cambio permanente. El cambio se produce cuando uno “siente” que o “quiere” cambiar porque esto además de asegurar su supervivencia a la marera de Darwin, es lo que hay que hacer. Así de simple y así de contundente. 

Aquellos versados en la “entrevista motivacional” una práctica americana bastante desarrollada en nuestro país gracias al coraje de algunas pocas personas dedicada a ello, saben que solo se cambia en la medida que uno quiere y decide cambiar y por lo tanto, es fundamental encontrar aquello que nos motiva a emprender este cambio. Las razones suelen ser múltiples y tan variadas que sería difícil, por no decir inútil, hacer una lista no obstante, lo importante es la voluntad de cambiar porque, como dicho, es lo que debe hacerse y porque es lo que uno quiere hacer.

Los servicios legales están cambiando, de eso no hay duda, llevan tiempo haciéndolo y cada uno debe pensar las razones que le inducen a cambiar y a dónde quiere llegar con este cambio. El camino es largo y lleno de dificultades –solo faltaría que lo quisiéramos sencillo y “en bajada”, algo que por otra parte, si fuera así tampoco tendría por qué importarnos- y sobre todo lleno de incertezas que a pesar de los visionarios o mejor, incluso con ellos, pues como dijo Chillida “nada es previsible desde que empieza hasta que termina”. Si el  presente siempre resulta confuso, imaginémonos el futuro.

Sin embargo hay cosas que no cambiarán, que no deberían cambiar si acaso matizarse, por mucha visión de futuro que le pongamos a nuestra profesión. Permitidme citar algunos de ellos sin orden determinado que a mi modo de ver son fundamentales: La búsqueda de la seguridad jurídica, la vocación al cliente y la consecución de su mejor experiencia como tal, la necesidad de mejorar día a día en nuestro asesoramiento al cliente, la responsabilidad y la generación de confianza, la búsqueda del mejor resultado posible –que no el resultado por sí mismo-, la cultura, en su forma más amplia y diversa, como una forma de ser y de presentación, la apertura de pensamiento y por supuesto, la mirada jurídica que debe impregnar, que no imponer, toda nuestra actuación frente al cliente. ¿Obviedades? Espero que sí aunque alguna duda me queda…

Juan Ramón Balcells

Abogado de profesión y vocación con una cariz plenamente internacional y con una larga trayectoria y experiencia.

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