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El cierre de museos y exposiciones por coronavirus es una de las múltiples consecuencias de esta situación en la que vivimos. Dejando a un lado el dolor por las pérdidas humanas y la situación de subsistencia a la que se han visto abocadas muchas personas, que por respeto no tienen cabida aquí, lo cierto es que nos encontramos ahora en una nueva realidad que no sabemos todavía a donde nos va a llevar.

Cierre de museos y exposiciones por coronavirus

Las consecuencias para el mundo de la cultura son incalculables y las perspectivas nada halagüeñas. En lo que respecta al mundo del arte, prácticamente la totalidad de los museos y galerías de arte en casi toda Europa han estado invernando durante estos dos meses que ha durado –y esperemos que sea así- lo peor de la pandemia que nos ha asolado en este inicio del año 2020. En el caso de los museos invernar parece la palabra más adecuada. Casi de un día para otro, las exposiciones han quedado interrumpidas, las salas se han vaciado, las instalaciones se han cerrado, las actividades canceladas y del continuo movimiento de visitantes se ha pasado a un profundo silencio que han dejado a estos centros culturales limitados a una función puramente de enormes depósitos de obras de arte.

No obstante, en de destacar que este tiempo la actividad no ha cesado completamente. En algunos casos se ha intensificado. Los museos se han adaptado a las circunstancias y han acelerado su digitalización, es decir han limitado una de sus funciones principales, la de ofrecer el Arte a la contemplación –para quien quiera contemplarlo- directa y la libertad de un recorrido arbitrario y personal, cuando así se quiere, realizando conexiones insospechadas entre las obras representadas al estilo de un Aby Warburg y su  “Atlas Mnémosyne” y a la vez, han ganado en presencia fuera de su recinto, han potenciado su labor académica con todo tipo de seminarios on line, conferencias, vídeos y presentaciones de obras concretas y sacado a la luz de las pantallas algunas de sus obras más emblemáticas, ofreciéndonos detalles increíbles, que, no obstante, como sostenía Daniel Arasse estaban ahí para no ser vistos, y permitiéndonos sorprendentes visiones a la manera del museo imaginario de Malraux.  No hace falta decir que ambas opciones son perfectamente legítimas, con independencia de las preferencias de cada uno, siempre que ambas puedan coexistir pacíficamente y que se potencien mutuamente, sin que las facilidades (incluidas las sanitarias y de seguridad) que ofrece la segunda no acabe por eclipsar a la primera. La posibilidad de que eso ocurra no es tan remota y la facilidad siempre ha sido un argumento muy convincente. Sea como sea, internet y la digitalización ha permitido que el silencio no haya sido completo y lo que hubiera sido peor, definitivo.

Algunos de estos centros afectados por el cierre de museos y exposiciones por coronavirus están empezando ya a desperezarse y abrir con cautela sus  puertas, instaurando nuevas medidas de seguridad que seguramente supondrán la incorporación de algunas rutinas a las que pronto nos habremos acostumbrado. Todo podrá volver a una apariencia de normalidad y sin embargo, este regreso a la normalidad no está exento de retos jurídicos que querría solo dejar apuntados como una reflexión en los próximos párrafos; su solución se presenta compleja, extensa en el tiempo y de una casuística tan variada que sería presunción aventurar ahora cualquier propuesta y quede esto en manos de los especialistas, mucho más sabios y experimentados.

El cierre de museos y exposiciones por coronavirus ha dejado un reguero de consecuencias imprevisibles: exposiciones interrumpidas, fechas de terminación caducadas, inauguraciones canceladas, seguros expirados, transportes vacíos, catálogos sin vender, visitas en grupo sin producirse, guías sin púbico, estudios sin concluir, patrocinios sin la esperada presencia en los medios, contratos temporales que no se han materializado, venta previa de entradas a devolver y expectativas de unos y otros sin cumplirse.  Son problemas en la mayoría comunes a otros sectores y a muchos otros tipos de eventos, pero al que hay que añadir las particularidades del sector y en muchos casos el valor de las obras de arte que le da al conjunto una resonancia especial.

Tomemos un ejemplo cualquiera, la preparación de una exposición habrá requerido un trabajo concienzudo de muchos años buscando obras, pidiéndolas prestadas a museos y particulares, organizando trueques con otros museos, algunos ya realizados o estableciendo calendarios para la réplica de esta misma exposición en otros centros. Las modalidades de colaboración son múltiples y pasan por distribución de gastos, por publicidad compartida, préstamos no solo de obras sino de conferenciantes o expertos, o edición de catálogos conjuntos, decisión de imagen y otras cuestiones de propiedad intelectual, etc. El transporte de dichas obras es un tema de la mayor preocupación, pues en general son obras valiosas y algunas muy delicadas. Los seguros son muy específicos, con condiciones muy estrictas en cuanto a vigilancia y cuidado de las obras aseguradas y suelen durar lo que dura la exposición con calendarios estrictos y en algunos casos podría necesitar el aval del Estado. El embalaje es un tema delicado, las cajas no pueden ser de cualquier tipo (está la “calidad museo” y la “calidad estándar galería”) y también el empaquetado y desempaquetado requiere su proceso. El paso de aduanas tiene que ser eficaz y asegurar su devolución. Los calendarios en general apretados, lo que muchas veces impide la prórroga de la exposición aunque la asistencia masiva de público pudiera más que justificarla, los contenidos han sido encargados a prestigiosos estudiosos que normalmente son invitados a las inauguraciones en las que se encuentran representadas algunas de las autoridades institucionales más representativas del país. Muchas veces el montaje de la exposición lo realizan interioristas de prestigio, contratados expresamente o especialistas de uno u otro museo. Las restricciones de aforo suelen medirse estrictamente y la difusión de imágenes controlarse de forma muy rígida. La experiencia y el auge de estos últimos años, ha generado una casuística interminable pero necesariamente a tener en cuenta, haciendo de la trastienda de una exposición un mundo complejo y perfectamente tasado. 

La aparición de la pandemia y el confinamiento con cierre de museos y exposiciones por coronavirus va a suponer verdaderos quebraderos de cabeza para adaptar los contratos a la realidad resultante. El punto de partida es la recurrida “fuerza mayor”, sin duda nadie podía haberlo previsto pero, ¿Podrán los museos prorrogar las fechas de las exposiciones bien porque otros museos reclamen las obras o bien porque ellos mismos tengan otros compromisos para ocupar el espacio? ¿Habrá que hacer nuevos contratos de préstamos? ¿Nuevos seguros? ¿Cambiarán las condiciones de transporte? ¿Podrán aplicarse las cláusulas indemnizatorias? ¿Deberá un solo centro asumir todo el riesgo o podrá repartirse parte del daño entre entidades que se hubieran asociado en un proyecto concreto? ¿Qué ocurrirá con el traslado cuando tenga que ser acompañado por personal interno o subcontratado y este tenga que permanecer en el lugar debido a posibles obligaciones de cuarentena, quién deberá cubrir los costes extraordinarios? ¿Podrán cancelarse las exposiciones previstas? ¿Habrá que poner en cuarentena no solo las personas sino también las obras? ¿Perderán subvenciones algunas de las grandes instituciones con la reducción del número de visitantes que a su vez supondrá una reducción de ingresos?

Evidentemente habrá que revisar los contratos y determinar el espíritu de lo que las partes querían al momento de contratar y aun así, ante situaciones de esta magnitud es difícil pensar que podamos encontrar las soluciones en los contratos. Lo cierto es que muchas son las preguntas y pocas, de momento, las respuestas sobre cómo afecta este cierre de museos y exposiciones por coronavirus, afortunadamente seguro que muchos ya las están pensando. No queda más remedio y esa es parte de la labor de un buen abogado, y sin duda apasionante: no solo prever situaciones sino encontrar soluciones. El tiempo dirá.

Juan Ramón Balcells

Abogado de profesión y vocación con una cariz plenamente internacional y con una larga trayectoria y experiencia.

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