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La literatura, como todo el arte, es la demostración que la vida no basta

F. Pessoa

Uno tiende a pensar en el Derecho como algo abstracto, denso e inaccesible. Una construcción fuera de nuestra realidad diaria, más allá de los problemas de nuestro día a día. Kafka lo vio como un jeroglífico incomprensible, cercano al absurdo y manejado por reglas incomprensibles y personas subidas a un pedestal soltando sentencias latinas, recitando párrafos, sub-párrafos, apartes, capítulos, sub-capítulos y numerales, expresándose con palabras de más de cinco sílabas y diciendo “no se puede” como si se tratara de un mandato divino.  

Sin embargo, pese que en su aplicación práctica algo de ello puede haber, lo cierto es que el Derecho no es un meteorito que llega de golpe del espacio exterior sino que su existencia está plenamente integrado en nuestra sociedad. No hay sociedad sin Derecho –dejemos para otra ocasión el debate sobre en donde entraría la justicia- y no hay Derecho sin sociedad. El Derecho, en su explicación más simple, no es más que el conjunto de normas, con mayor o menor fuerza vinculante, que establecen los derechos y deberes de cada uno, necesarias para permitir la misma existencia de esta sociedad. En el fondo podríamos decir que, nos guste o no, lo queramos reconocer o no, todo es derecho.

En este sentido, bajo ese mismo supuesto, y puesto que la literatura ha reflejado desde el mismo momento de su nacimiento, la sociedad en la que se encuentra inmersa, o la sociedad que en la que querría estar inmersa o en la que no querría, bajo ninguna circunstancia estar inmersa, lo propio es que reflejara, en toda su extensión, todos los ámbitos del derecho. Aunque eso no baste, pues como se refleja en el encabezamiento, la literatura, y por lo tanto el derecho, sean demostraciones de que la vida no basta pero que, al menos, es un principio y, sin lugar a duda, un buen intento de reflejarla.  

Mirando las grandes obras de la literatura podríamos fácilmente comprobarlo, incluso siendo un repaso muy rápido (no podría ser de otra manera, pues el tema es enorme) sobre como la literatura ha dejado entrever, entre líneas, nunca mejor dicho, las grandes instituciones del derecho en muchos de sus relatos y fijándonos en el derecho civil, ver cómo  trata sobre todo de las obligaciones y derechos que se generan en la relación de los individuos entre ellos.

A diferencia de lo que suele hacerse, no se trata de hacer una reseña de la biografía jurídica ni tan siquiera del desarrollo de una institución jurídica a través de un relato o una fábula, sino tan solo dejar constancia de cómo la presencia del derecho está presente en las historias y las grandes novelas de la literatura universal. Tampoco es el lugar de analizar los problemas o las contradicciones que aparecen en cualquiera de las figuras jurídicas de nuestro derecho, sino de advertir, casi como un juego algo desenfadado, como estas figuras son el marco necesario por donde discurren los personajes centrales e incluso, en un buen número de casos son determinantes en el desarrollo de la acción. ¿Qué sería de las grandes comedias shakesperianas o del siglo de oro español o del vodevil francés, sin el descubrimiento a tiempo de una filiación desconocida del protagonista que le habilita  para poder casarse con la heroína? Ahí se pone en marcha el derecho de familia, el derecho de filiación, el derecho de sangre, los privilegios de clase y en muchos casos, los beneficios de la herencia, todas ellas figuras jurídicas. 

La literatura, realista, naturalista, fantástica, simbolista, humanista o como queramos etiquetarla, es una parte esencial en la construcción del ser humano y de su entorno social y por ende, también su mejor testigo. Así ha sido desde que el hombre aprendió a hablar y por lo tanto, a fabular. Por si fuera poco, la escritura ha permitido que un mismo texto sea leído por cada nueva generación y no podemos olvidar que toda lectura es una nueva interpretación,  incluso de las figuras jurídicas ahí enunciadas. 

Leer es abrir una ventana tanto al pasado como a nuestro presente. Así, a lo largo de la historia la gran literatura, sin mayúscula en este caso porque de una forma u otra, toda la literatura es grande (decía Jean d’Ormesson que “un gran escrito puede escribir sobre lo que quiera”), ha reflejado el sentir del hombre en la sociedad y por lo tanto, el estado del Derecho en cada momento. La literatura, directa o indirectamente, ha descrito, a veces sin proponérselo, la gestión individual o colectiva del derecho; ha hecho visible su aplicación y ha mostrado su grandeza y también, por supuesto, todos sus errores y debilidades.

La literatura, junto al Derecho son dos de las mayores construcciones del ser humano, en eso se parecen y no es de extrañar que en innumerables ocasiones hayan cruzado su destino. Aún en aquellas páginas más fantasiosas, aun cuando el relato parece querer alejarnos completamente de la realidad, la presencia del Derecho ha sido como las altas torres de las catedrales que, con su presencia marcan todo el paisaje; su preminencia y su influencia en el devenir de los personajes, ha ido “colándose” por entre sus páginas, determinando, el marco en el que se desarrolla la historia y el “implacable” avance de los acontecimientos. 

Así, con independencia del género o de la voluntad fantasiosa o realista del autor, su presencia, más o menos ruidosa, más o menos escandalosa o más o menos discreta, ha sido, a todas luces, inevitable. 

No podía ser de otro modo, puesto que el Derecho es el marco que permite que los seres humanos convivan en sociedad (incluso en aquellas sociedades salvajes y aparentemente sin reglas) y dado que la literatura es, por encima de todo, una mirada a los hombres en sociedad incluso cuando, como en el caso de Robinson Crusoe de Daniel Defore éste queda apartada de ella y se dedica a reproducirla de nuevo, generando una sociedad como un derecho “individual”. El ejemplo contrario sería la novela de William Golding El señor de las moscas, donde un grupo de niños atrapados en una isla desierta van abandonando las formas sociales y el derecho sobre el que estas se basan para convertirse en seres salvajes que, en todo caso, adoptan el derecho “del más fuerte”.

En la medida que el hombre es hombre en cuanto se mueve en sociedad aun cuando se rebele contra ella y pretenda cambiarla o incluso, sin éxito, eliminarla, es inevitable que el reflejo de las instituciones jurídicas, con toda su grandeza y todas sus imperfecciones, aparezca, de una forma u otra en el transcurso del relato. Tanto se trate de un relato supuestamente realista, como ocurre en cualquier de las muchas obras de la serie los Rougon-Macquart de Emilio Zola, como en las obras más fantasiosas y Alicia en el país de las maravillas sería un ejemplo perfecto de despotismo o de las anti-reglas, o en las más absurdas utopías  como  los viajes de Gulliver, en la que se describe para reflexionar sobre la sociedad de su tiempo  Swift describe con un buen número de detalles las normas que rigen las distintas sociedades que Gulliver visita, o aquellas, como Rebelión en la granja de Georges Orwell en las que los animales revocan el derecho establecido para, al final, volver a reproducirlo con otros amos. En todos estos casos, su presencia es, además de indudable, inexcusable.

Estamos demasiado acostumbrados a creer que el Derecho habla solo de Derecho, pero no hay duda que el Derecho nos habla, en todo momento y sobre todo, del ser humano y de la sociedad que él mismo ha construido, y de las reglas que permiten, que fomentan o impiden su desarrollo. Esa es quizás la mayor responsabilidad a la que juristas, legisladores y jueces nos enfrentamos en nuestro quehacer diario. No es de extrañar que Alfonso X dijera “que honras señaladas deben haber los maestros de leyes”.

Quedémonos con estas palabras tan sabias de nuestro rey más sabio y dejemos para la próxima ocasión el repaso de las grandes obras de la literatura universal y cómo han dejado entrever la mayoría de los grandes debates jurídicos.

Juan Ramon Balcells  

Juan Ramón Balcells

Abogado de profesión y vocación con una cariz plenamente internacional y con una larga trayectoria y experiencia.

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