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Así sucede la Historia, mediante corrimientos o fracturas que pueden pasar inadvertidos. Pero que son irreversibles.

Roberto Calasso.

Falta relativamente poco para el primer cuarto de este siglo XXI y puede decirse que en estos primeros veinte años, y lo que va de estos primeros días del 2021, hemos vivido grandes acontecimientos que nos han dejado algunas lecciones que habrá que tener muy en cuenta; dejémoslas en  sólo 10 (y al paso que vamos ya se nos están quedado muy cortas) que únicamente el paso del tiempo dirá si son trascendentales, en todo caso llamémoslas “terroríficas” porque, con todo lo bueno y todo lo malo que conllevan, son tan relevantes que no pueden sino causarnos pavor y estupor ante lo que nos espera. Aunque quizás el terror sea el primer paso para poder enfrentarnos con éxito a los retos que tenemos encima: 

  1. Terror informático: Empezamos el siglo con el supuesto “efecto 2000”, todo un reto de adaptación informática a la que dedicamos los últimos años del siglo pasado y que parecía amenazar con bloquear toda la red informática desarrollada en el último cuarto de siglo  y que por suerte, o por la eficiencia de muchos, se trató finalmente de una falsa alarma. En todo caso, vivimos unos años preocupados por las consecuencias que el cambio de los cuatro dígitos en nuestra forma de contar el tiempo (ya de por sí una abstracción) iba a suponer para nuestra forma de vida y eso fue el primer toque de atención sobre la fragilidad del sistema. Descubrimos que la dependencia tecnológica era más que una realidad y que podría llegar a ser un problema sin que existiera posibilidad de marcha atrás en este mundo totalmente conectado. La crisis actual ha demostrado cuán cierto esto último ha sido. 
  1. Terror extremista: Al año siguiente, el brutal ataque terrorista a las torres gemelas de Nueva York, al que además asistimos en directo desde todos los rincones del planeta, nos evidenció la enorme capacidad destructora de algunos grupos terroristas; contemplamos hasta donde podía llegar el horror del fundamentalismo islámico; y sentimos la urgente necesidad de coordinación entre las autoridades de todos los países para acabar con una amenaza capaz de golpear en Estados Unidos, Francia, Inglaterra, España y tantos otros países. No existen países libres de esta pesadilla ni nada que no pueda ser un objetivo. Por muy distante o insignificante que sea el target, como se dice ahora, la hiperconexión  iba a asegurar que el ataque tuviera una repercusión planetaria.
  1. Terror informativo: De igual modo, en gran parte como consecuencia de los ataques terroristas pudimos comprobar la capacidad de manipulación que ofrecían  las redes sociales y los medios masivos y audiovisuales, fácilmente accesible no sólo a los gobiernos sino a también grupos poderosos o incluso asociaciones anónimas. Las acusaciones de injerencia del gobierno ruso en las últimas elecciones americanas son una prueba de ello. Las llamadas de Trump a rebelarse contra la “manipulación de los resultados electorales”, algo sobre el propio Trump tenía la obligación de asegurar como presidente y que han dado como resultado la toma del Capitolio, y aún no lo hemos visto todo, por grupos afines a lo que ahora viene a llamarse el “trumpismo” y otros llaman los “suprematistas blancos”; la exposición mediática de “youtubers”, “influencers” y otro muchos tipos de “frikis”, palabras todas ellas que ya forman parte de nuestro vocabulario habitual y que junto a  las “fake news”, es una clara prueba de la enorme capacidad de nuestra época para manipular y distorsionar la realidad. 
  1. Terror económico: Por su parte, la crisis económica del 2008, cuyos coletazos siguieron en 2010 y 2011, manifestó las debilidades del sistema financiero así como la capacidad del sistema para eludir el control tanto como las debilidades de  los organismos encargados de su supervisión. En muchos países el crecimiento económico se detuvo en seco y obligó a inyectar ingentes cantidades de dinero público que endeudó a los Estados y cuyas consecuencias seguirán pagando las generaciones que vienen detrás. En algunos casos supuso la intervención de determinadas prácticas económicas y la intervención en las economías locales de los órganos de supervisión de organismos internacionales como los famosos “hombres de negro” que a diferencia de los “Men in black” de la película no consiguieron “cazar” ni a un solo alienígena. Ello supuso para muchos Estados la necesidad de hacer drásticos recortes en aquellos ámbitos hasta entonces indiscutibles como la sanidad, las pensiones o la educación. Aún estamos sufriendo sus consecuencias y todavía no sabemos ni su magnitud ni por cuánto tiempo las seguiremos sufriendo. La situación económica en la que nos encontramos ahora, si bien debida a la pandemia, demuestra que nada verdaderamente sólido se ha construido desde entonces.
  1. Terror tecnológico: La tecnología nos mostró su enorme potencial para hacernos parte de un mismo mundo congregándonos frente a todo tipo de eventos globales, desde una final de la copa del mundo de fútbol, que fue seguida por un número inimaginable de personas o un partido del clásico que, recuerdo de primera mano, paralizó por unas horas toda Lima en el Perú, hasta el resultado de las elecciones americanas, la entrega de los Oscars o los anuncios de la Super Bowl. La aldea global se ha hecho realidad. Sabemos de forma inmediata lo que sucede en cualquier parte del mundo, en sus más mínimos detalles y por ello, con datos fácilmente manipulables.  A su vez, vimos la cara más amable de esta tecnología, aulas virtuales en lugares remotos, comunicación instantánea con aquellos que están lejos, presentaciones simultáneas con posibilidad de comentarios sobre la marcha, dispositivos que nos acompañan en todo momento para comunicarnos al segundo, WhatsApp, Facetime, Linkedink, Facebook, navegadores, controladores de la salud, operaciones en la distancia, clases virtuales, horas y horas de todo tipo de contenidos, Netflix y miles de aplicaciones que nos hacen la vida más fácil, todo ello, claro no exento ni de peligros, desde la banalización de lo que vemos o oímos, no me atrevo a decir escuchamos, hasta intromisión en nuestra intimidad o el control sobre nuestros movimientos o nuestra vida en general
  1. Terror organizacional: El Brexit, que nadie quiso verdaderamente y que ha culminado con un acuerdo in extremis en los últimos días del año, nos hizo ver el final (o la necesidad de reinventarse) de las grandes organizaciones internacionales en la forma como han venido funcionando hasta el momento. Después de un incremento continuo de países que deseaban integrarse en la Unión Europea, el Reino Unido, mediante de un referéndum que nadie se tomó muy en serio, decidió abandonar las instituciones europeas “al coste que sea”. La utopía de una Europa unida pareció desmoronarse y sus grandes principios, como la democracia o los derechos fundamentales, hoy están en entredicho. ¿Quién hubiera pensado que se pudieran ver amenazadas las ayudas europeas a las consecuencias de la pandemia por un intento de arrancar un compromiso de los Estados a no renunciar a sus principios democráticos tales como la no injerencia del ejecutivo en el poder judicial? Nada parece definitivo aún, pero cada vez hay más voces que claman por buscar nuevas alternativas al anquilosamiento de algunas instituciones, lo que  demuestra una evidente pérdida de prestigio que costará mucho recuperar. Las situaciones de crisis que hubieran supuesto una oportunidad para su “redención” no parecen haber sido aprovechadas. UE, OTAN, ONU, UNESCO, e incluso la OMS. parecen haberse convertido, o están en camino de ello, en solo siglas sin contenido real. Estamos en el momento crucial para darle o nuevos contenidos o para que estas siglas se conviertan en simples logos para coleccionistas nostálgicos.
  1. Terror globalizado. Nunca como ahora los problemas y conflictos se han convertido en problemas globales, tanto la pandemia, el cambio climático, los desastres naturales  como la emigración, deben ser tratados globalmente, en particular el último  que está poniendo a prueba la fortaleza de los derechos humanos y la capacidad de respuesta de los Estados. Los movimientos humanos derivados de la pobreza, la guerra, las mafias y la enfermedad, son cada vez más masivos, con todos los riesgos que supone el viaje para los emigrantes y la logística a los países de recepción. Ningún Estado puede enfrentarse a este problema por sí solo y la reflexión no pasa únicamente “por dejar entrar” sino por dar respuesta a “la necesidad de irse”. 
  1. Terror climático: Solo hay un clima y nos afecta a todos como humanidad. El calentamiento global, la capa de ozono, la contaminación del aire, de los mares o la contaminación acústica, el problema de los residuos y los plásticos, las especies amenazadas, la pérdida de reservas biológicas, el incremento de las catástrofes naturales (inundaciones, sequías, terremotos, huracanes, etc.) nos demuestran que estamos muy cerca de una situación irreversible de consecuencias incalculables. La reciente nevada en el centro de nuestro país y la ola de frío que la ha seguido (mientras que en Atenas tenían un fin de semana más cálido de lo habitual) muestran claramente cómo los cambios atmosféricos también ellos se han “radicalizado”. Cancelación de vuelos, trenes, coches y camiones tirados en la carretera, falta de suministros, nieve mezclada con microplásticos que estaban suspendidos en el aire, hospitales saturados, dificultad en restablecer las conexiones, placas de hielo, pasajeros atrapados, mientras la tormenta se desplaza hacia el norte de Europa, … todo ello muestra que no hay excusas para encontrar soluciones. Es cierto que, por lo menos, parece haberse logrado un cierto grado de concienciación, pero esto no basta, es quedarse en la línea de salida. Falta la determinación para tomar decisiones radicales que nadie parece querer asumir plenamente.  
  1. Terror populista: La elección de Trump y su negativa a aceptar su derrota para un segundo mandato, por poner solo un ejemplo, nos ha demostrado, si es que ya no estaba demostrado antes, el auge de los populismos, sean de derecha o izquierda, concepto este que, por cierto, salvo para los políticos, han pedido ya su sentido. Bolsonaro en Brasil, la subida por enésima vez del peronismo en Argentina, Evo Morales en Bolivia, Maduro en Venezuela, son solo ejemplos que podríamos replicar en Polonia, y otros países europeos donde se ha visto el  crecimiento  de los partidos extremistas que usan “al otro como enemigo”, según la expresión de Umberto Eco, al igual que  el auge de un cierto nacionalismo anacrónico que basa en parte su éxito en la exclusión del otro y en una promesa de un mundo mejor que en nada se ajusta a la realidad. Junto a eso, aparecen figuras como Putin decididos a controlar todos los mecanismos del Estado escudándose en una supuesta “soberanía del pueblo”. Algo así como el contrato social de Rousseau en la que una parte es él y la otra el resto de la humanidad. La razón de todos estos movimientos no es una, es un cúmulo de causas difícilmente individualizables pero que están socavando la democracia y sus principios más fundamentales de igualdad, derechos humanos, libertad de opinión, educación, justicia y respeto sobre los que se había procurado construir el desarrollo de la actual civilización a lo largo de estos últimos dos siglos. La pérdida de esto es la pérdida de los ideales (a pesar de todos sus defectos que éstos puedan tener) y su sustitución por simples panfletos vacíos de significado.  
  1. Terror sanitario: La pandemia que estamos sufriendo y de la que tardaremos en librarnos nos está enseñando que el peligro puede venir de cualquier lado y por el lugar menos inesperado. Ya no existe un peligro “circunscrito a tal lugar” sino que en un mundo hiperconectado con sistemas de transporte masivos que nos permiten movernos de un lugar a otro sin casi darnos cuenta y en donde las fronteras son cada vez más “conceptos administrativos artificiales”, el peligro llega a todos y a todos los lugares. La rapidez con que se ha expandido la pandemia, el número de contagiados, las trágicas muertes y demás consecuencias tanto desde un punto de vista sanitario como  económico, la respuesta dispar de los Estados y la incerteza sobre su final o sus posibles rebotes, nos están enseñando la fragilidad de un sistema que puede desmoronarse en cuestión de segundos. Y aun así, hay que decir que también ha servido para demostrar que el ser humano es capaz de encontrar remedios, como las distintas vacunas recientemente aprobadas por las autoridades sanitarias, en un plazo de tiempo tan breve como hasta ahora inimaginable.

Son algunas de las lecciones que  nos ha reportado este inicio de siglo tan convulso. Si bien no parecen muy alentadoras, lo importante no son las lecciones en sí mismas sino nuestra capacidad de aprender de ellas y encontrar soluciones y al menos en esto el ser humano como respecto al desarrollo de la vacuna contra esta última pandemia, ha demostrado tener una capacidad infinita.  La necesidad de seguir investigando, buscar fórmulas para contener y evitar nuevas pandemias sin renunciar a nuestra forma de vida en todo lo bueno que tiene (que es mucho, muchísimo) a la vez corrigiendo los errores y sus excesos (que también son muchos, muchísimos) es el desafío que nos espera en los próximos años. Su resultado es incierto, sin duda, pero ahora es el momento de sacar partido de todas estas lecciones y decir, como tantas veces ha dicho el ser humano -quizás ingenuamente, pero no importa, sobre la ingenuidad se han construido maravillosas civilizaciones-: “hagamos un mundo mejor”. 

No sé si todos, pero me consta que algunos estamos en ello.


    Juan Ramón Balcells

    Abogado de profesión y vocación con una cariz plenamente internacional y con una larga trayectoria y experiencia.

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